Carabayllo no tiene candidato a la alcaldía: No existen adhesiones a ideas, programas o propuestas de
gobierno, sino el más descarado oportunismo” **
Podemos pensar que los alcaldes de ahora
son más corruptos que los de antes. Imposible probar. Pero existen alcaldes
como el condenado y fugitivo ex alcalde Rafael Álvarez probablemente más
‘brutos’ para esconder sus fechorías. Pero eso no lo hace peor a otros de
triste recordatorio. Al final, son caimanes del mismo pozo. Están como
candidatos a la alcaldía no por amor a Carabayllo, están por que actualmente el
ser alcalde se ha convertido en un rentable negocio. Como lo señala Rospigliosi,
“No existen adhesiones a ideas, programas o propuestas de
gobierno, sino el más descarado oportunismo”.”
Como lo comentábamos en una anterior crónica, cuando “un alcalde” llega a la municipalidad no lo hace solo, lo
acompañan una horda que más parece una manada de chacales dispuestos a
devorarse de la forma que fuese el presupuesto municipal como si se tratara de
una presa de la cual podían disponer a su regalado gusto.
Es así como, con guion paranoico y libreto
esquizofrénico, una vez elegidos juramentan por Dios y la Patria.
Sin embargo, pese a que el cargo de alcalde es una responsabilidad que delega
la elección popular, de allí a ser eficientes y que le tomen el pulso a la
problemática distrital, la totalidad están muy alejados de serlo.
Lamentablemente, la realidad, la verdadera cara de este amorfo conglomerado que
con el voto popular se hacen del poder, terminan convirtiendo a la
municipalidad en el botín, en la mamadera del cual nunca quisieran desprenderse
pese a su mediocridad.
Lo peor es que, quienes fungen de alcalde se rodean de personajes corruptos e
incapaces que callan a cuatro voces para no perder las asignaturas que de una u
otra forma les conviene.
Lo grave es que, no hay mejor forma para describir
a esa innombrable logia y lo menos que se puede decirse de ellos es que son de
una ignorancia sólo conocida entre los ya extintos pobres diablos. Vaya
sorpresa deforme de la que no nos salvaremos.
Lima y distritos se merece un buen alcalde. No un candidato
que cada 4 años postula por un partido a la que después renuncia no por razones
ideológica doctrinarias, para luego lanzarse como candidata por otro partido a
la que también renuncia para arrodillarse al probable ganador.
La conducta asumida por estos infelices es oportunismo
poniendo una vez más en evidencia hasta qué grado ha llegado el estado de
putrefacción nuestra llamada clase política.