Jueves santo: La paz este con vosotros
en un mundo poblado de hipócritas
La crisis económica derivada de la pandemia dentro
de una crisis económica social política ha traído casos que no se veían en el Perú
desde los tiempos del fujimontesinismo: ciento de miles de personas que viven con
menos recursos símbolos del hambre y la pobreza que acechan a nuestro país.
Las
reflexiones que siguen se dan a propósito que en el mundo cristiano se recuerda
la vida, la pasión y la muerte de un hombre llamado Jesús. Es cierto, soy agnóstico
que no significa que rechace el contenido profundamente reflexivo del evangelio
cristiano. Es más, disfruto en familia y en sociedad sus profundas reflexiones.
Por ende, en esta semana que inicia el día de hoy jueves santo, es mi deseo sea
una semana de reflexión y recogimiento espiritual. Sea a la vez, una invitación
para recordar a ese hombre llamado Jesús asesinado en la cruz y busquemos que
vencer la corrupción, la violencia y la intriga motivada por mezquinos intereses
en perjuicio de los más pobres en particular de aquellos que tienen sus viviendas
asentadas sobre pircas en la falda de los cerros sin los servicios elementales
y con hijos menores que muchas veces se van a la cama con el estómago vacío.
¿Qué pide el Papa Francisco: Oremos
para que los políticos nos gobiernen bien
Un buen cristiano participa
activamente en la vida política y reza para que los políticos amen a su pueblo
y le sirvan con humildad. Es la reflexión que propuso el Papa Francisco en la
Eucaristía del lunes, 16 de septiembre del 2013.
Comentando el pasaje del
Evangelio de Lucas (7, 1-10), donde se narra la curación, por obra de Jesús,
del siervo del centurión en Cafarnaúm, el Pontífice subrayó «dos actitudes del
gobernante». Él debe ante todo «amar a su pueblo. Los ancianos judíos dicen a
Jesús: merece lo que pide porque ama a nuestro pueblo. Un gobernante que no ama
no puede gobernar. Como mucho puede poner un poco de orden, pero no gobernar».
Y para explicar el significado del amor que el gobernante debe a su pueblo, el
Santo Padre recordó el ejemplo de David que desobedece a las reglas del censo
sancionadas por la ley mosaica para subrayar la pertenencia de la vida de cada
hombre al Señor (cf. Éxodo 30, 11-12). Pero David, una vez comprendido su
pecado, hizo lo posible para evitar el castigo a su pueblo. Y ello porque, si
bien era pecador, amaba a su pueblo.
Para
el Papa Francisco el gobernante debe ser también humilde como el centurión del
Evangelio, que habría podido aprovecharse de su poder si hubiera pedido a Jesús
que fuera adonde él, pero «era un hombre humilde y dijo al Señor: no te
molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Y con humildad: di
una palabra y mi siervo quedará sano. Estas son las dos virtudes de un
gobernante, así como nos hace pensar la palabra de Dios: amor al pueblo y
humildad».
Así que «cada hombre y cada
mujer que asume responsabilidades de gobierno debe hacerse estas dos preguntas:
¿yo amo a mi pueblo para servirle mejor? ¿Y soy humilde para oír las opiniones
de los demás a fin de elegir el mejor camino?». Si ellos —subrayó el Pontífice—
«no se hacen estas preguntas, su gobierno no será bueno».
Pero también los
gobernantes deben tomar sus opciones para llevarlas a cabo. ¿Entonces qué hay
que hacer? Tras observar que nosotros «como pueblo tenemos muchos gobernantes»,
el Papa recordó una frase de san Pablo tomada de la primera carta a Timoteo (2,
1-8): «Ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones,
peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por
todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila
y sosegada, con toda piedad y respeto».
Esto significa —puntualizó
el Papa Francisco— que «ninguno de nosotros puede decir: pero yo no tengo que
ver, son ellos quienes gobiernan. No; yo soy responsable de su gobierno y debo
hacer lo mejor de mi parte para que ellos gobiernen bien, participando en la
política como puedo. La política, dice la doctrina social de la Iglesia, es una
de las formas más altas de la caridad, porque es servir al bien común. Y yo no
puedo lavarme las manos: cada uno de nosotros debe hacer algo. Pero ya tenemos
la costumbre de pensar que de los gobernantes se debe sólo parlotear, hablar
mal de ellos y de las cosas que no van bien».
Al respecto el Santo Padre
notó que en la televisión y en los periódicos se recurre sobre todo a
«bastonazos» para los políticos; difícilmente se hallan observaciones como que
«este gobernante en esto ha actuado bien; este gobernante tiene esta virtud; ha
errado en esto, en esto y en esto, pero esto otro lo ha hecho bien». De los
políticos en cambio se habla «siempre mal y siempre en su contra. Tal vez el
gobernante es un pecador, como lo era David. Pero yo debo colaborar, con mi
opinión, con mi palabra, también con mi corrección: no estoy de acuerdo por
esto y por esto. Debemos participar en el bien común. A veces hemos oído decir:
un buen católico no se interesa en la política. Pero no es verdad: un buen
católico toma parte en política ofreciendo lo mejor de sí para que el
gobernante pueda gobernar».
¿Qué es entonces «lo mejor
que podemos ofrecer» a los gobernantes? «Es la oración», respondió el
Pontífice, explicando: «Es lo que san Pablo dice: orad por los reyes y por
todos los constituidos en autoridad». Pero «se dirá: ese es una mala persona,
debe ir al infierno. No; reza por él, reza por ella, para que pueda gobernar
bien, para que ame a su pueblo, para que sea humilde. Un cristiano que no reza
por los gobernantes no es un buen cristiano. Hay que orar. Y esto —precisó— no
lo digo yo. Lo dice san Pablo. Que los gobernantes sean humildes y amen a su
pueblo. Ésta es la condición. Nosotros, los gobernados, damos lo mejor. Sobre
todo la oración».
«Roguemos
por los gobernantes —concluyó el Papa Francisco—, para que nos gobiernen bien.
Para que lleven a nuestra patria, a nuestra nación, adelante, y también al
mundo; y que exista la paz y el bien común. Que esta Palabra de Dios nos ayude
a participar mejor en la vida común de un pueblo: los que gobiernan, con el
servicio de la humildad y con el amor; los gobernados, con la participación y
sobre todo con la oración».