De nada sirvió cerrar el congreso, porque al final, los que hoy lo habitan son caimanes del mismo pozo. Para la mayoría de la población el Congreso es un antro poblado por quienes no dudaron en desprenderse de su vestido de lentejuelas para iniciar una prolongada luna de miel en la alcoba del escusado. Hacen noticia, por sus descabelladas propuestas fuera de contexto como por poner un ejemplo entre otras barbaridades, pedir declarar persona no grata a Evo Morales que ya no se encuentra en el país.
Otros, más desubicados, solicitaron al
Congreso aprobar el envió al Presidente Pedro Castillo de recomendaciones para que
al elegir a sus ministros tenga en cuenta la idoneidad y que no estén involucrados en actos de corrupción, pese a que el nombramiento de ministros no es competencia del Congreso sino del mencionado
Presidente.
Uno se pone a pensar ¿que podrían hacer estos señores al
lado de grandes parlamentarios de antaño como Javier Diez Canseco, Carlos
Malpica, Luis Alberto Sánchez, etc. congresistas que daban catedra debatiendo
leyes y planteando alternativas coherentes frente a los problemas que aquejan a
nuestro país.
Definitivamente la diferencia es abismal, sin puntos de comparación.
Ahora los inquilinos del antro en que ha quedado convertido el Congreso se
dedican a obstruir al ejecutivo de turno y en este caso, con el único objetivo
de buscar que vacarlo por que las propuestas planteadas ponen en grave riesgo los
intereses de los grupos económicos de turno. ¿Dónde ha quedado las promesas
planteadas durante la campaña?
No les importa que digan que han terminado convertidos en
serviles vasallos del fujimorismo y la ultraderecha. Se comportan como domesticas
de turno del hampa política enquistada en el Congreso.
Si algo hay que destacar de estos padrastros de la patria
además de sus cantinfladas, es el planteamiento de proyectos ley a favor de los grupos de poder que
financiaron sus respectivas candidaturas.