¿CONGRESO A 25
AÑOS?
Por: Herbert
Mujica Rojas.
La crónica que adjuntamos fue
publicada el 15 de enero de 2010 y pese al tiempo transcurrido la imagen del
congreso no ha cambiado, se ha deteriorado a un más al extremo de
haber terminado convertido en un antro como lo da a entender la
mencionada cronica que republicamos por su profundo contenido reflexivo.
De cuando en vez algunos gobiernos ofrecen
sanear lo que todo el mundo conoce como Congreso y que en realidad merece el
ínfimo y deleznable porcentaje de aprobación que la sociedad le dispensa. Su
nulidad es de tal envergadura que el país podría vivir sin aquél y casi no se
notaría su ausencia, salvo por la fuga de dinero mensual que el pueblo paga a
sus episódicos inquilinos, aunque hay algunos que ya tienen canas en las
posaderas por atornillados o empotrados a las curules.
Por tanto, el maquillaje se cae y desnuda su impúdica intención distractiva. No hay voluntad de recreación o, más propiamente, regeneración. Para ello habría que quemar el Congreso y erigir sobre sus cenizas algo más decente y eficaz para el trato de las broncas ciudadanas. En los últimos 25 ó 30 años, la institución de Plaza Bolívar ha protagonizado una muerte lenta, desvergonzada, costosa, miserable.
“renovación” del Congreso. ¿Qué renovación
puede haber si casi 60 de los actuales 120 habitantes precarios del Establo se
presentan a la reelección? No sólo impiden con su sola presencia física, en
muchos casos indeseable e impúdica, la aparición de otros valores alternativos
y frescos en su mensaje sino que confirman aquello que escribió lapidariamente
Manuel González Prada sosteniendo que hasta el caballo de Calígula sentiría
vergüenza de ser parte de esa corporación (el Parlamento).
En el Parlamento pasaron de anónimos idiotas a ciudadanos públicos –no menos idiotas- pero con autos y resguardo policial, trato preferencial hasta para el parqueo vehicular y posición social. Y basta con engrasar un poco los bolsillos de la rapiña periodística como para figurar de cuando en vez en los medios. ¡Total, estupideces de tanto repetidas, parecen verdades históricas!