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miércoles, 13 de abril de 2022

La izquierda desunida siempre sera vencida

 

La izquierda desunida siempre sera vencida

El problema de la izquierda  es que está dividida: Ese es el verdadero problema. Entonces cabe la pregunta ¿Va a cambiar esta situación cuando el plazo electoral para construir listas concluya? No. No va a cambiar. Para la desgracia del pueblo, las izquierdas una vez mas van a ir desunidas al próximo escenario electoral. Todos tienen argumentos que hacen imposible la unidad de las izquierdas. Lo que ocurre  es que no existe voluntad política para establecer un proyecto unitario. Y como es de suponerse, en este contexto y marco nada tenemos que esperar. Las izquierdas van a ir desunidas al próximo escenario electoral. Solo servirá para designar los nuevos bribones que se sentaran en el gobierno. Una vez la historia se repite. 

COMO LO SEÑALABA CÉSAR ACHING GUZMÁN: VIVIMOS BAJO EL SIGNO DE UNA CONSTITUCION ESPUREA

El Perú es uno de los pocos países de la región, que se rige por una Carta Constitucional emanada de una Dictadura. Bien puede decirse que casi todos los países de América Latina han vivido duras etapas regidas por gobiernos autoritarios, corruptos y asesinos que dictaron normas y leyes a su antojo. Pero virtualmente en todos los casos, cuando los países recuperaron su institucionalidad democrática, elaboraron nuevas normas, leyes, y aún textos constitucionales orientados a consolidar su paso a una nueva realidad. Eso, no ocurre en el Perú.

Chile fue otro país en el que una dictadura brutal impuso  una norma constitucional a espaldas de la ciudadanía. Pero ya el gobierno de Michelle Bachellet anunció que esa  Constitución Pinochetista, no va más. Que la patria de Pablo Neruda y Salvador Allende, se dictará una nueva norma Constitucional, la misma que emergerá de una democrática, y muy amplia, consulta ciudadana. De ese modo, abandonará el recinto antidemocrático del pasado, para mirar al mundo con un rostro nuevo. Lo mismo debiera suceder en el Perú.

Nuestro país está regido por la Constitución de 1993, elaborada, aprobada y dictada luego del Golpe de Estado del 5 de abril de 1992, carta de presentación del Fujimorato en la sociedad peruana.

Si esta norma constitucional se ha perpetuado, ha sido porque la clase dominante se ha sentido identificada con la esencia de esa Constitución ya que ella ató a nuestro país al Modelo Neo Liberal, impuesto por el Fondo monetario y el Banco Mundial en detrimento de los peruanos.

 A la sombra de ese tinglado seudo legal, los ricos han acumulado inmensas fortunas y han producido mecanismos autoritarios a partir de los cuales han segado la economía nacional y avasallado al pueblo, recortando los derechos laborales de los trabajadores e imponiendo pérfidos procedimientos de expoliación y explotación. Así, se han ahondado las diferencias de clase. Los pobres se han hecho más pobres que nunca, y los ricos han multiplicado sus ingresos mediante procedimientos ordinarios, pero también a partir de acciones mafiosas que han quedado impunes.

La Constitución del 93, írrita en toda su extensión, prohíbe al Estado ejercer funciones económicas. En la práctica, elimina las empresas públicas y la iniciativa estatal en la economía. Deja todo ese campo a la inversión extranjera -es decir, imperialista- y permite que los grandes empresarios hagan negocios fabulosos a espaldas de país y de sus intereses.

Gracias a ella, ha proliferado la educación privada, la salud se ha convertido en una mercancía, los servicios básicos le cuestan al pueblo onerosamente, ha crecido la desigualdad, y hasta la justicia ha pasado a ser una simple mercancía. Vivimos en una circunstancia en la que todo se compra y todo se vende, incluso la adhesión política de algunas personas –congresistas, magistrados, jueces, periodistas y otros- tiene un precio establecido y a él debe acogerse todos en nombre de la “libertad de comercio”.

Hasta los medios de comunicación se han convertido en sucia empresas orientadas a confundir a la ciudadanía y engañar a todos. El monopolio de la prensa, en tal sentido, asoma como una verdadera vergüenza nacional, cimentada en una norma constitucional que permite el libre juego de los monopolios.

El país ha reparado poco en esa ignominia, y muchos han consentido pasivamente que el Perú se mantenga bajo esa férula supuestamente “legal”, pero realmente concebida para destruir el alma nacional y poner a nuestra patria al servicio de los poderosos.

Hoy bien puede decirse que hay en el Perú y en el mundo, dos clases de ricos. Unos, los que cuentan el dinero que ganan. Y otros, que lo pesan. Entre los primeros, están los sirvientes del capital. Y entre los segundos, los personeros de los “poderes fácticos” como se les llama a quienes realmente el Poder en sus manos y que, en nuestro caso, son los grandes monopolios, peligrosamente ligados a  las mafias del narcotráfico y otras.

En este contexto, resulta indispensable retomar la lucha por una nueva Constitución. El primer paso para ella, debiera ser declarar nula e írrita la de 1993 y el segundo, restaurar la vigencia de la Constitución de 1979, introduciéndole luego los cambios necesarios para su actualización y vigencia.

Sólo así será posible restaurar el más elemental imperio de la ley y restituir los derechos básicos de todos los peruanos.