Leí con estupor e indignación las declaraciones de López Aliaga elegido alcalde de Lima. Para serles franco no entiendo cómo pueden haber elegido a un sujeto cuyo único mérito es el haber hecho de la política una cloaca.
Teníamos la
esperanza que al son de los saludos y parabienes López Aliaga enmendaría rumbos
mostrando haber aprendido de los errores cometidos. Pero no será así, López
Aliaga saltando groseramente su propia verborrea (la compra de 10 mil motos y la
contratación 30 mil serenos para enfrentar
la inseguridad sin decir como lo hará), anuncio que el tema más importante de su agenda municipal es
lograr la vacancia del presidente Pedro Castillo. En esta línea, la contumacia
pareciera ser signo patético, inverosímil de quien tiene hoy, responsabilidades
directrices.
En este
marco y contexto, no se necesita ser un experto en política para no darse cuenta
que la corrosión moral que carcome el sistema
político ha llegado a límites nauseabundos mientras medio país en particular los más
pobres que tienen sus viviendas asentadas sobre pircas en la falda de los
cerros sin los servicios elementales están
por debajo de la línea de pobreza. Ya sabemos lo que nos espera del autoproclamado
alcalde de los cerros.
Como lo
señala un cibernético, “Se trata de un horizonte cada vez más parecido al que
describe Fernando Vallejo en “La virgen de los sicarios”. El enriquecimiento
ilícito como madre de la vida social, gracias al culto neoliberal del dinero,
el lavado de activos y el todo vale”
La
sensación de que la ley no castiga el robo, la ineptitud, la negligencia
punible y hasta el asesinato no hace sino ahondar la putrefacción. Que
democracia puede haber si el ciudadano esta indefenso ante el mafioso y el
asesino, ante el mentiroso y el ladrón. Qué mística puede haber si La hez social parece estar apropiándose de
todos los resortes del poder