lunes, 14 de noviembre de 2022

Presidente del Peru Merino: Inti y Bryan fueron asesinados y no pasa nada


 Presidente del Peru Merino: Inti y Bryan fueron asesinados y no pasa nada

 Un día como hoy, dos inocentes jóvenes fueron asesinados por orden del autoproclamado presidente Merino y pese al tiempo transcurrido, la llamada justicia ágil para apoyar la vacancia del presidente campesino, no ha resuelto nada. ¿Dónde está la fiscal agilita para blindar a su hermana que libero narcotraficantes internacionales a cambio de miles de dólares? Increíble pero cierto. Las investigaciones están paralizadas has el día de hoy por orden del PJ que declara desde el 2020 que el caso no revestía ninguna relevancia pública. Sobre el caso, adjuntamos para su conocimiento y difusión crónica publicada por Rodríguez Rivera

Hoy 14 de noviembre de 2022 cumple dos años de las manifestaciones públicas contra la asunción de la Presidencia de la República por Manuel Merino tras la vacancia de Martín Vizcarra Cornejo. Las protestas, que duraron cuatro días, estuvieron caracterizadas por una sistemática y brutal represión policial en la cual se utilizaron medios de represión (gas lacrimógeno, perdigones, canicas de vidrio) desproporcionados y que produjo la muerte de dos personas y decenas de heridos[1].

Frente a ese hecho, el Estado peruano tiene la obligación estatal de esclarecer las graves violaciones de derechos humanos y sancionar de manera efectiva a sus responsables, así como reparar a las víctimas. De manera específica, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) ha determinado que en las investigaciones de muertes violentas, como las producidas en protestas sociales, las autoridades estatales tienen que considerar como pautas: a) identificar a la víctima; b) recuperar y preservar el material probatorio; c) identificar posibles testigos y obtener sus declaraciones; d) determinar la causa, forma lugar y momento de la muerte y e) distinguir entre muerte accidental, suicidio y homicidio[2].

El Ministerio Público inició dos investigaciones de manera simultánea. El 15 de noviembre de 2020 la Fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, decidió iniciar una investigación de oficio para esclarecer la presunta responsabilidad del entonces presidente Manuel Merino, el primer ministro Ántero Flores-Araóz y el ministro del interior Gastón Rodríguez, en relación con el uso indebido de la fuerza policial para controlar los actos de movilización y protesta. Cabe mencionar que esta decisión de abrir dos investigaciones sobre un mismo hecho obedece a que este primer grupo de altos funcionarios acusados, comprendidos en el artículo 99 de la Constitución Política, sólo pueden ser investigados por el procedimiento de acusación constitucional previsto en el artículo 89 del Reglamento del Congreso.

Como parte de la investigación realizada, se evidencia que, como consecuencia de ocupar altos cargos dentro del Estado, las personas denunciadas se encontraban plena y permanentemente informados, por fuente directa de los altos mandos policiales, de las operaciones desplegadas en las movilizaciones sociales entre el 10 y 14 de noviembre de 2020. En función de ello, a pesar de tener el conocimiento de que sus funciones le permitían tener dominio sobre el actuar de sus subordinados y capacidad material para ser empleada en favor de la protección de los bienes jurídicos de vida e integridad física que se encontraban en riesgo, no decidieron evitar ningún resultado lesivo.

Es relevante recordar que la tarde del 13 de noviembre, cuando ya se  habían presentado denuncias de manifestantes heridos por perdigones de goma y bombas lacrimógenas, Ántero Flores-Araóz intervino en un acto público de agradecimiento a la Policía Nacional por “siempre proceder en cumplimiento de los derechos humanos y de los protocolos”. En esa intervención añadió que los policías “encontrarán en él un defensor”. A esto se suma la declaración pública de Gastón Rodríguez referida a que, a pesar de tener información diaria sobre las movilizaciones sociales por parte de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior y la Dirección de Inteligencia de la PNP, negó que los funcionarios policiales hayan utilizado canicas como proyectiles. Sobre la base de evidencias, dicha afirmación ha quedado totalmente contradicha por la Fiscalía.

No nos encontramos ante hechos aislados o excesos individuales que solo deben involucrar a los ejecutores directos de las violaciones a los derechos humanos. […] obedecen a un patrón de comportamiento que surge por una orden emanada de los altos mandos de la Policía Nacional.

La segunda investigación que inició el Ministerio Público está a cargo de la Primera Fiscalía Penal Supraprovincial de Lima, cuya titular es la fiscal Jhousy Aburto. En esta investigación se busca establecer las responsabilidades policiales por el uso de la fuerza excesiva, indiscriminada y desproporcionada, contra los manifestantes que pretendían movilizarse hacia el Congreso de la República y Palacio de Gobierno.

En el marco de esta segunda investigación preliminar, un punto de suma importancia que sostiene la Fiscalía en su informe, es que no nos encontramos ante hechos aislados o excesos individuales que solo deben involucrar a los ejecutores directos de las violaciones a los derechos humanos. Al contrario, la información recabada permite verificar que por la forma de ejecución de disparos directamente al cuerpo de los manifestantes en zonas sensibles (cabeza, ojos y oídos), la magnitud y gravedad de las lesiones sufridas, la cantidad de manifestantes lesionados y el uso de armamento como municiones prohibidas, obedecen a un patrón de comportamiento que surge por una orden emanada de los altos mandos de la Policía Nacional.

De hecho, es posible verificar la existencia de una cadena de mando a partir de la distribución de ubicaciones y zonas de responsabilidad. Por último, debe señalarse que el uso arbitrario de la fuerza por parte de los efectivos policiales no solo fue dirigido a los manifestantes, sino también a los reporteros de medios de comunicación y brigadistas debidamente identificados con un emblema de la cruz roja.

Como resultado de ambas investigaciones, a casi un año después de los hechos ocurridos, el 4 de octubre de 2021 la Fiscalía de la Nación ha formulado una denuncia constitucional contra los tres altos funcionarios por el asesinato de dos personas y 78 ciudadanos agraviados de los delitos de lesiones graves y leves. Adicionalmente, el 6 de octubre, la Fiscalía Penal Supraprovincial de Lima ha dispuesto formalizar la denuncia penal y continuar con la investigación preparatoria contra los 11 oficiales policiales.

Sobre la base de lo mencionado, podemos señalar que, si bien existe un importante avance en el proceso de investigación por las violaciones a los derechos humanos ocurridas en las manifestaciones entre el 10 y el 14 de noviembre, este todavía es insuficiente para otorgar una reparación a las víctimas. Es necesario continuar con los procesos judiciales y establecer garantías de no repetición para que estos hechos no vuelvan a producirse.

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Una publicación de OJO PUBLICO que adjuntamos por su profundo contenido reflexivo


El sábado 14 de noviembre, Jordan Inti Sotelo Camargo (24) y Jack Bryan Pintado Sánchez (22) murieron a causa de la represión policial de la marcha nacional en contra de la presidencia de Manuel Merino y el Congreso. Los certificados de sus necropsias detallan brutales impactos de proyectiles por armas de fuego sobre sus cuerpos. Dos jóvenes que no buscaban el heroísmo por una muerte precoz, sino concluir sus estudios, trabajar y construir la posibilidad de un país distinto. Este es un homenaje a su memoria de sus vidas a partir del recuerdo de sus amigos y familiares para que la impunidad y la lenta justicia no permita que los olvidemos nunca.

Rosa Chávez Yacila

Rosa Chávez Yacila

@rosaelisach

 rosa@ojo-publico.com

18 Noviembre, 2020

La tarde del lunes 9 de noviembre, 105 congresistas votaron a favor de la destitución del expresidente Martín Vizcarra, por "incapacidad moral permanente". Manuel Merino, congresista del partido Acción Popular -entonces presidente del Congreso y uno de los principales impulsores de la vacancia- asumió el cargo.

Ese mismo lunes, decenas de colectivos y grupos de jóvenes, organizados a través de las redes sociales, salieron espontáneamente a las calles a protestar, en varias ciudades del país. La arbitraria decisión de la mayoría del Congreso (105 de los 130 parlamentarios) de destituir a Martín Vizcarra ocurrió a tan solo cinco meses de las elecciones generales, y en medio de una pandemia que ya va dejando en Perú más de 35 mil muertes.

Desde entonces las manifestaciones en todo el país no pararon y la represión policial, apareció con un ímpetu alarmante. El jueves 12 de noviembre, en la primera gran marcha nacional, en Lima hubo más de una decena de heridos por bombas lacrimógenas y perdigones, que fueron atacados por la policía mientras protestaban pacíficamente. Este grado de violencia policial no se veía en la capital del país desde fines de los años 90 y el año 2000, cuando se impulsó la Marcha de los Cuatro Suyos contra el gobierno autoritario de Alberto Fujimori.

Pero la noche más sangrienta, la última en las vidas de Inti Sotelo Camargo y Jack Bryan Pintado, fue la del sábado 14 de noviembre. Según los certificados de las necropsias, ambos jóvenes fueron asesinados por múltiples disparos de proyectiles con armas de fuego. Además, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDHH) registró más de 200 heridos y, hasta el martes 17 de noviembre, dos desaparecidos. Al día siguiente de la cruenta represión, el domingo 15, Manuel Merino renunció a la presidencia del Perú. Ahora él, el expremier Ántero Flores-Aráoz y el exministro del interior Gastón Rodríguez son investigados por los delitos de abuso de autoridad, homicidio agravado, lesiones graves y leves y desaparición forzada.

Las historias de Inti Sotelo Camargo y Jack Bryan Pintado son la trágica consecuencia de la fragilidad de la democracia y la impunidad de las fuerzas policiales, que un día antes de la muerte de ambos jóvenes fue felicitada por los ministros del gobierno de turno. Muchos peruanos y peruanas, en un gesto noble, han ensalzado a los dos estudiantes como "héroes del Bicentenario", pero el heroísmo no debería nacer de las muertes precoces, ni de los sacrificios de los más vulnerables.
 

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El imparable viaje del sol 

Jordan Inti Sotelo Camargo 24 años

VOCACIÓN. Inti quería ser un guía oficial de turismo.

Foto: Archivo familiar

 

VOCACIÓN. Inti quería ser un guía oficial de turismo.
Foto: Archivo familiar
 

Cuando había una exposición en grupo, sus compañeros del instituto siempre le pedían a Inti que vaya primero. “Sálvanos, pues”, le decían sus amigos. En el salón donde estudiaba para ser guía oficial de turismo, todos sabían que era el más elocuente e informado, sobre todo cuando se trataba de política e historia del Perú. Cada vez que hablaba en público, con su voz delgada, los demás lo escuchaban con atención, hasta que, sin darse cuenta, la clase ya había terminado.

Inti quería saber más porque esperaba algún día ser el guía de los turistas extranjeros que visitan el país. Por eso mismo, no se perdía ningún viaje de estudios, Quería conocer la costa, la sierra y la selva: era un viajero incansable. A pesar de ser un estudiante de pocos recursos económicos, cada vez que podía agarraba su mochila y salía de Lima. Así lo hizo en su último cumpleaños, cuando se regaló a sí mismo un viaje al mar de Lambayeque. Era un chico de playa. Uno de sus pasatiempos era ir en bicicleta hasta una y echarse a solas bajo el sol. 

ERA INGENIOSO Y ARROJADO, CUALIDADES QUE LA NECESIDAD OBLIGA A FORMAR. 

Los pocos soles en el bolsillo nunca fueron un obstáculo para hacer lo que deseaba. Salió de la casa de sus padres muy joven, necesitaba saberse independiente. Para pagar el alquiler de su cuarto en San Juan de Lurigancho, sus estudios en el instituto Cepea, sus comidas y sus viajes trabajaba como guía en el Centro de Lima y como repartidor en bicicleta de Rappi y otras aplicaciones. Una vez trabajó descargando un tráiler de telas en la madrugada para poder pagar un viaje a la selva de Chachapoyas. En otra oportunidad dejó un trabajo remunerado para ser voluntario en una sala de exposición de la cultura Caral, la más antigua de América, y una de las que más le apasionaban. Cuando llegó la pandemia y no pudo costear la renta, le ofreció a la casera ayudarle en la limpieza del edificio. Era ingenioso y arrojado, dos cualidades que la necesidad te obliga a formar. 

De alguna manera, desde siempre estuvo ligado a la cultura ancestral peruana. Su padre era de Ayacucho y su madre de Cusco (habían llegado a Lima huyendo de la violencia terrorista). Inti, que en realidad fue su segundo nombre, significa “sol” en quechua. Su hermana melliza lleva el nombre de Killa (“luna”) y su hermano mayor, Pacha (“tierra”). “Tenía mi universo en casa y ahora me han quitado mi sol”, dijo su madre, Luzdilán Camargo, en el velorio. Dicen los amigos de Inti que ese nombre suyo le encantaba, que lo hacía sentirse especial. 

AUNQUE PAREZCA INCREÍBLE, EL PROYECTIL CAYÓ JUSTO EN SU TATUAJE DE SOL.

Tanto le gustó su segundo nombre que se lo tatuó dos veces. Un sol inca en el brazo derecho y un sol tribal en el lado izquierdo del pecho, a la altura del corazón. “¿Por qué piensan que los que tenemos tatuajes somos malas personas?”, solía quejarse el joven que prefería comer vegano y reciclar. La noche del sábado 14 de noviembre de 2020, en medio de las protestas ciudadanas, un policía le disparó un perdigón de plomo en el pecho. Aunque parezca increíble, el proyectil cayó justo en su tatuaje de sol. "Herida penetrante de tórax por proyectil de arma de fuego", según el certificado de la necropsia, difundido por su abogado Ronald Gamarra. "Lo han matado de un disparo en el corazón", lloraron sus padres el día del asesinato de su hijo. Inti Sotelo Camargo había salido a protestar solo con agua y vinagre en su mochila. Pensaba que reclamar en las calles por sus derechos era otra forma de conocer mejor el Perú.

Un pirata con muchos amigos

Jack Bryan Pintado Sánchez  22 años

 

BUEN COMPAÑERO. Jack Bryan era uno de los amigos más queridos por su cariño y alegría.
Foto: Archivo familiar. 

 Una tarde de noviembre, toda una calle del distrito de San Martín de Porres, al norte de Lima, se llenó con los amigos de Jack Bryan. Con velas encendidas, pancartas y afiches en las manos, decenas de chiquillos y chiquillas se habían reunido a las afueras de una iglesia para darle la despedida a quien fue uno de sus más entrañables cómplices. 

“Era bien bien alegre, bien sociable, nunca lo vi con mala cara, su presencia no incomodaba”, dice Shantall Vertiz, la prima que vivió con él toda su vida. Jack Bryan había hecho amigos en su barrio, en el inicial, en el colegio José Granda y en la universidad César Vallejo donde estudió Derecho, carrera que eligió porque quería luchar contra las injusticias. De hecho, tuvo que abandonarla por la falta de dinero, que podría ser un ejemplo de injusticia de la sociedad que siempre criticó. 

EL SOBRENOMBRE QUE ÉL PREFERÍA ERA “JACK SPARROW”

“Era el que nos hacía reír a todos con sus ocurrencias”, cuenta Martín Murillo uno de sus compañeros de colegio, “además le gustaba participar mucho de las festividades”. Otro de sus amigos de esa época también lo recuerda por su alegría y por las travesuras que compartían. “Cómo olvidar cuando jugábamos con agua mojándonos y luego nos escondíamos del auxiliar”. Una amiga de la infancia, y su vecina, se refiere a él como alguien muy inquieto y juguetón. 

Por ser tan amiguero, Jack Bryan tuvo distintos apodos, según el grupo con el que andaba “Bemba” o “Bembón” para algunos amigos, “El enano” para la familia. Aunque el sobrenombre que él prefería era “Jack Sparrow”, por el personaje de Piratas del Caribe. Ese que creía que los piratas, por más desprestigiados, también podían ser buenas personas, y que arriesgaba su vida para salvar la de los demás. 

Pero por sobre sus amigos y amigas, por encima de toda la gente que lo quería, Jack Bryan siempre eligió a su “mamá”. Así le decía a su abuela, Moraiba Sandoval, la mujer que lo crió desde que era un niño de tres años, después de dejar Loreto, la región de la selva donde nació. Ella fue su persona favorita. El nieto disfrutaba de los días en casa, en compañía de quien consideraba su madre y de su gata, Michi. Le gustaba sentir su cariño y comer de su comida, en especial el arroz con pollo, uno de sus platos favoritos. Para Moraiba, Jack Bryan era su hijo.

NI SIQUIERA HUBO OPORTUNIDAD DE SALVARLO: LLEGÓ MUERTO AL HOSPITAL.

Afuera de la morgue, después de reconocer el cadáver de Jack Bryan, Moraiba Sandoval dijo estar viviendo su propia muerte. De acuerdo a la necropsia, compartida por el abogado Gamarra, en medio del caos de la represión policial en la marcha, le habían disparado diez perdigones: cuatro en la cabeza, dos en el cuello, dos en el tórax y dos en el brazo izquierdo. Según el acta fiscal, eran proyectiles de plomo, pero la policía ha negado emplear ese tipo de armas. Ni siquiera hubo oportunidad de salvarlo: llegó muerto al hospital. Ahora su abuela solo pide justicia, la misma que Jack Bryan alguna vez quiso buscar para otros.

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