El ocaso del candidato Pablo Mendoza de Carabayllo
Escribía Don Cesar Hildebrandt: “En el
Perú la política, por lo general, se ha convertido en el premio consuelo de la
estupidez. Si en todo te ha ido mal, si tu vida se parece a una maleta vacía y
eres un personero del fracaso, siempre podrás ir a la Onpe, comprar tu kit,
llenarlo con firmas de otros sonámbulos e inscribirte. Con lo que en tu hoja de
vida resplandecerá el renglón de “ex candidato….”, que es una profesión que no
se estudia pero que rinde y suena”.
Los especialistas coinciden en que los requerimientos para competir
además de los resultados de quienes ganaron, contribuyeron a que candidatos
como Don Pablo Mendoza dejen de ser vistos como una alternativa coherente en el
actual proceso electoral al confundir fantasía con realidad, insistiendo en el en
el error de creer que una elección se gana tan solo deseándolo, sin darse
cuenta que el camino al infierno este empedrado de buenas intenciones.
Lo que ocurre es que existen cadáveres políticos que se niegan a morir y no entienden o no
quieren entender que las batallas no siempre son ganadas por los más fuertes sino
por quienes usan sus fortalezas para aprovechar las oportunidades que se le
presentan y son perdidas por los que dejan que sus rivales los golpeen en sus
puntos débiles.
La guerra en política es una guerra de imagen, gana quien logra meterse
en el cerebro de los electores. El único campo de batalla verdadero es la mente
de los electores. No existe otra.
Por su puesto, Don Pablo tiene todo el derecho de soñar, pero cuando los
sueños no se hacen realidad se quedan en sueño. Y eso es lo que ocurre con el
mencionado candidato al Oscar del fracaso.
Claro. Es cierto. En política los cadáveres resucitan. Sin embargo,
existen candidatos cadáveres sin ninguna posibilidad de resucitar.
No cabe ninguna duda, Carabayllo se ha convertido en el mejor escenario
para el lanzamiento de candidatos que creen que Carabayllo es una inmensa carpa
de circo en la creencia de que quienes asisten a la función son unos perfectos idiotas
que están para bufas operetas de circo provinciano. No se dan cuenta que su
discurso es mediocre, sin ideología ni contenido doctrinario que valga la pena
reconocer.
Lo que pasa es que a algunos candidatos les gusta jugar con las
expectativas del pueblo. Interpretan el momento político desde sus intereses
electoreros. “Dizque que es necesario construir un nuevo espacio político,
pero, se refugian en el espacio del administrador de turno, no para luchar.
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