Entonces ¿que celebramos? ¿El incumplimiento de las promesas electorales? ¿La continuidad del modelo Neoliberal? ¿La renuncia de los gobiernos de turno a ejercer su soberanía? ¿200 años de saqueo de nuestras riquezas naturales?
Han transcurrido 200 años, no de prosperidad, sino
200 años de ininterrumpido saqueo de nuestros recursos a través de un modelo
sustentado en el monopolio de la producción por los grupos de poder económico
nacional e internacional, dejando para el Estado la educación y salud.
Un aniversario más en los que nos obligan a izar la
bandera rojiblanca que no significa absolutamente nada y en la que no
percibimos cambió alguno, pero si un descontento cada vez más creciente que más
tarde que temprano terminara incendiando la pradera.
Es más que probable que pese a la crisis sanitaria
y económica el presidente saliente nos diga en su mensaje que estamos bien, que
las exportaciones han crecido, que las inversiones se han incrementado, que el
crecimiento económico es excelente.
Sin embargo, en 200 años no hemos visto mejoría
alguna que valga reconocer. Que el crecimiento económico no se ha transformado
en desarrollo económico. Que la bonanza minera en nada nos ha favorecido,
Yanacocha es un caso concreto.
Lo que peruanos queremos y reclamamos es que los
gobiernos de turno no continúen rematando el país en pedazos, que las grandes
empresas transnacionales no se lleven todo.
Lo que peruanos queremos y reclamamos es que no
todo sea desocupación, hambre, injusticia, mortandad infantil, delincuencia,
prostitución y abandono de los pueblos del interior del país.
Lo que los peruanos queremos y reclamamos es
alternativas al neoliberalismo y a la globalización verdaderos causantes de la
pobreza e injusticia en nuestro país un mendigo sentado en un banco de oro.
Lo que los peruanos queremos y reclamamos es el rechazo al neoliberalismo fracasado
convencido que es posible el nuevo amanecer por los que lucharon y soñaron
Túpac Amaru, Bolívar, Martí, El Che y tantos millones de latinoamericanos que
han regado con su sangre ese camino de esperanza, ilusión y sueño.
No olvidemos las grandes jornadas de lucha contra
la dictadura fujimontesinista, en donde particularmente las provincias del
interior del país demostraron coraje, forjando sus propias organizaciones de
masas y convencidos que sin lucha no hay victoria a través de los Frentes de
Defensa, los Frentes Cívicos, de las Coordinadoras que impulsaron las luchas
masivas, contra el tirano.
No olvidemos que ante el incumplimiento de las
promesas electorales, ante la falta de claridad en el discurso presidencial,
ante la continuidad del modelo, ante la corrupción evidente, el pueblo del Perú
se ha visto cientos de veces obligado a retomar sus movilizaciones y luchas que
no hacen sino expresar la continuidad en su decisión de seguir luchando por sus
reivindicaciones más sentidas. Los bloqueos de carreteras, la toma de locales,
el enfrentamiento con las fuerzas represivas, junto a otras formas de lucha,
así lo confirman.
Finalmente, en este ejercicio de catarsis, no está demás
señalar que ya no somos incautos, que ya no somos manumisos. Somos nobles y
generosos, pero cuando nos pinchan, somos guerreros y asimismo, cuando debemos
serlo, también somos violentos.
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